"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

jueves, 2 de febrero de 2023

LAS MANOS ROJAS

MARIA AZUCENA GONZÁLEZ PALACIO

Edad: 61 años

 

I. Sobre la fuente.

Cuando Mari era pequeña vivía con su familia en el pueblo de Baiña, que está a unos 3 km de Mieres. Al ser la mayor de tres hermanas, siempre le tocó hacer muchas de las tareas de la casa desde bien pequeña. Me contó que, con tan solo 7 años, tenía que ir varias veces al día a por agua a la fuente del pueblo, que era la única que había y que estaba a unos 50 metros de su casa.

 

 Para coger el agua, Mari usaba una lechera y un caldero grande de porcelana que tenía que llevar en dos viajes porque llenos pesaban demasiado y, como tenía que caminar muy despacio para que no se le cayera el agua, tardaba un buen rato.

 

Cuando tenía que fregar los recipientes para usarlos de nuevo, Mari los lavaba con estropajo, agua y jabón, los refregaba hasta que quedaban relucientes y luego los colgaba de unos ganchos de hierro que estaban colocados en una tabla a la entrada de casa y así ya estaban listos para la próxima vez que tuviera que volver a usarlos, que muchas veces eran más de siete al día.

 

Me sorprendió mucho que me dijera que muchas noches también tenía que ir sola a por agua a la fuente, pero que no tenía miedo porque estaba acostumbrada y que siempre solía haber algún vecino en la calle.

 

Según me contó, muchas veces recogía el agua de los canalones para usarla en el cuarto de baño o para fregar los suelos, pero para el resto de las cosas, solo utilizaban el agua de la fuente, por ejemplo, para preparar la comida, fregar los platos, bañarse o beber, ya que no había agua más rica que la de esa fuente y le encantaba beberla directamente del caño.

 

A la hora del baño, las tres hermanas echaban agua a un balde y ahí mismo se enjabonaban y aclaraban entre ellas con el agua recogida de la fuente.

 

El día de San Juan, Mari también tenía costumbre de enramar la fuente y aunque eran días muy bonitos, porque había fiestas, le tocaba ir a la fuente más veces de la cuenta, ya que solían tener familiares a comer o cenar en casa y, por tanto, necesitaban más agua para todo.

 

El día que tuvieron agua corriente en su casa fue como si le hubiera tocado la lotería.

 

II. Sobre el lavadero.

El lavadero también está en el mismo pueblo de Baiña, al lado de la fuente y muy cerca de la que era su casa. Al igual que ocurría con el agua, Mari era la encargada de ir al lavadero varias veces por semana y con 7 años ya llevaba ella sola un balde de ropa de 2 o 3 kg a lavar pero que, cuando volvía a casa, pesaba el doble. 

 


 

En la foto, se puede ver la caseta del lavadero que, según me explicó Mari, tenía dos partes, una para refregar la ropa y otra para aclararla. En la parte donde se frotaba la ropa había una tabla con ondas y un soporte para la pastilla de jabón Chimbo, que era el que ella utilizaba. En la parte trasera de la tabla, donde te apoyabas, había un tope para que el agua no se saliera y así no te mojaras mucho, aunque ella dice que eso era casi imposible, pues acababas casi con la barriga pingando y las manos rojas por frotar y por lo fría que estaba el agua.

 

La ropa se separaba por tamaños y usos, por ejemplo, un día lavaba las sábanas, otro día la ropa de trabajo, otro día la ropa de vestir, etc. Una vez que estaba lavada, la escurría bien, retorciéndola con las manos varias veces y la tendía en una cuerda en la parte delantera de la casa o si no había sitio, extendida sobre el césped.

Mientras me contaba todo esto, se reía recordando las conversaciones que tenía con las mujeres o niñas que también iban al lavadero. Solían hablar del colegio, de comida, de la familia o incluso cantaban; ella recordaba, sobre todo, varias canciones de Nino Bravo. 

Mari hoy en día en el lavadero
 

Cuando le pregunté cómo planchaba la ropa, me dijo que utilizaba una plancha de hierro que colocaba en la cocina de carbón y que una vez caliente, pasaba con ella las prendas y que si eran sábanas, tardaba mucho en hacerlo. Cuando terminaba, colocaba la ropa en su sitio; por ejemplo, las sábanas y camisones en un baúl al pie de la cama y el resto, en un armario pequeño que había en cada habitación.

 

En el caso de Mari, la ropa que lavaba era solo de su familia. Nunca había ganado dinero por ello, ni había trabajado lavando para otra casa, así como había otras mujeres que sí lo hacían aunque ella solo las veía en alguna ocasión puesto que estas solían ir más a menudo al río porque tenían más ropa que lavar y solo iban al lavadero para su propia colada.

 

Uno de los días que Mari recuerda más felices de esa época, fue el día que vio una lavadora en su casa.

 

 

Claudia Fernández Otero.

3º de ESO.

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