"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

lunes, 14 de mayo de 2018

CRUEL VENGANZA


    Una mañana soleada de mediados de abril, mientras yo estaba desayunando, llamaron a mi madre debido a que se había cometido un asesinato, pues ella es criminóloga, y al colgar parecía bastante afectada. Mi madre me dijo que habían encontrado un coche azul en cuyo interior se hallaba un cadáver.
     Me llamo Clarke, tengo 17 años y me encanta la investigación, al igual que a mi madre. Mis padres están divorciados y tengo que pasar un mes con cada uno. Este mes me ha tocado quedarme con mi madre.
     Hoy mi madre me ha dejado ir con ella al trabajo, que es algo muy raro. ¿Habrá sido por algo que le han dicho por teléfono? Bueno, lo que espero es que no me afecte a mí o a mi familia.
   Cuando llegamos al escenario del crimen el compañero de mi madre, Marcus, hizo una pregunta que pude oír debido a que Marcus no se le da muy bien susurrar.
   -¿Cree usted que su hija está preparada? -le preguntó Marcus a mi madre.
   -No, pero se tendrá que enterar tarde o temprano.
   Marcus se acercó y me contó quién era la víctima. Al enterarme, lloré y fui corriendo hacia mi madre para que ella me consolara. La víctima había sido el hermano pequeño de mi madre, mi tío John Álvarez.
   Después de haber llorado un rato, me tiré en el suelo desconsolada y vi otro cuerpo. Pegué un grito, no porque fuera el cuerpo de una persona muerta, sino porque era el cuerpo de Clarisa, la esposa de mi tío.
   -¡Mamá, -grité con todas mis fuerzas para que mi madre y todos me oyeran -es Clarisa!
    Unas horas más tarde, en el departamento de policía, mi madre me dio una mascarilla blanca y una bata azul celeste. Mi sueño, por fin, hecho realidad. Iba a poder entrar en la sala de autopsias.
   Roberto, el forense, nos enseñó los cuerpos y nos dijo la causa de la muerte, aunque para ser sincera era bastante obvio que habían muerto por un disparo en la cabeza. Pero a Clarisa también le habían disparado en la pierna.
    Marcus me dijo que llamara a los hijos de mis tíos y, al ver que no contestaban, me ordenó que les contase todo lo que sabía de ellos. Les dije que el mayor se llamaba Héctor y tenía mi misma edad y que la pequeña se llamaba Alexis y tenía 12 años. Ambos eran muy buenos y formales, ni salían a la calle con desconocidos ni hacían cosas malas.
  Mientras yo le estaba contando todo esto a Marcus, mi madre se había ido a casa de mis tíos. Cuando ya estábamos a punto de terminar el interrogatorio, mi madre apareció y, al verme allí metida, entró y le dijo a Marcus que me dejara tranquila. Al salir, mi madre y Marcus se quedaron discutiendo.
   Cuando por fin habían acabado de discutir, la investigadora Aida les dijo que habían encontrado algo.
   -Los Álvarez eran médicos en un centro psiquiátrico. ¿No es así?
   -Así es -confirmó mi madre.
   -El asesino puede haber sido alguien que estuviera al cuidado de los señores Álvarez o algún familiar descontento -dedujo Marcus.
 -Así es, pero tenemos un pequeño problema para poder averiguarlo -informó Aida-. Al igual que en otros muchos casos, hay demasiada gente en la lista de posibles culpables.
   Mientras mi madre y los demás estaban hablando de todo ese asunto, Roberto nos informó de que la bala que había matado a mi tío era de 12 milímetros pero las balas de mi tía eran de 9 milímetros. Todo eso era muy importante porque eso quería decir que a mi tío le dispararon con un rifle a larga distancia, pero a mi tía la mataron con un revólver a corta distancia.
   Aida me pidió ayuda para que fuese con ella a buscar a una pareja de la lista de sospechosos. No me podía creer todo lo que me estaba pasando en un mismo día, y sabía que no iba a ser solo aquel día, sino que al día siguiente y puede que al siguiente también siguiéramos investigando quiénes eran los asesinos hasta encontrarlos.
   Al acabar de investigar a la mitad de los sospechosos, mi madre y yo nos fuimos a casa a descansar para lo que nos estaría esperando al día siguiente. Al llegar a casa, mi madre parecía muy triste, así que me dio las buenas noches y se fue a la cama. «Espero que mañana esté mejor y más alegre», pensé.
   A la mañana siguiente, cuando me desperté, me encontraba sola en casa, mi madre no estaba. Era muy extraño, porque a mi madre no le suele gustar que esté sola en casa, normalmente suele buscar a alguien para que me cuide. Me vestí rápidamente para ir al trabajo de mi madre, sin embargo, la puerta estaba cerrada y no encontraba mis llaves ni mi teléfono por ninguna parte. Tal vez mi madre se lo había llevado para que no pudiera salir. Pensé en salir por la ventana pero tengo vértigo y vivo en un tercero.
   Después de darle vueltas a la cabeza pensando en cómo poder salir de allí, se me ocurrió una cosa un poco brusca, romper la puerta a golpes. Y después de darle con todas mis fuerzas, al fin lo conseguí y fui corriendo hasta el trabajo de mi madre.
   Cuando por fin llegué allí, no había nadie. ¿Dónde se habían metido?  Me llamó la atención algo situado en la pizarra donde ponen las pistas. Se trataba de una nota amarilla escrita con tinta roja. La nota decía lo siguiente:
   “No queremos que los niños sufran pero alguien debe pagar por lo que le hicieron a nuestra hija. Si quieren recuperarlos, entréguennos a todos los familiares mayores de 18 años de los padres de estos niños. De lo contrario, estos niños sufrirán la misma suerte que nuestra hija. Les  estaremos esperando en la C/Flor a las 10:30 de la mañana.
   P.D.: Vengan sin armas o ambos morirán”.
   Eso significaba que querían matar a mi madre. Miré el reloj y eran las 10:15, no podría llegar hasta la C/Flor a tiempo. Corrí lo más rápido que pude pero estaba tan asustada por perder a mi madre que, quisiera o no, me ralentizaba.
   Ya eran las 10:30 y mi madre no estaba allí. Tenía la esperanza de que no le hubiese pasado nada malo y que estuviera tras otras pistas o yendo a casa.
   Volví a casa pero mi madre no estaba allí. No dejaba de preguntarme dónde podría estar. Si no estaba ni en la C/Flor, ni en el trabajo, ni en casa, ¿dónde estaba? Solo quedaban tres sitios en los que podría estar: en el escenario del crimen, en el hospital o en algún lugar junto con los asesinos de mis tíos.
    Lo primero que hice fue intentar arreglar la puerta, cosa que me llevó casi media hora, y cuando conseguí por fin arreglarla me dirigí hacia el hospital. Como me sentía tan cansada, cogí un taxi para que me llevase hasta allí.
   Cuando llegué, vi a mi madre junto a los demás. Fui corriendo hacia ella sin detenerme y, al verme, se quedó pasmada. Tal vez pensaba que yo seguía encerrada en casa. No le salían las palabras.
   Cuando llegamos al departamento de policía todos se pusieron a buscar información. Yo no sabía adónde ir ni qué hacer, así que le pregunté a uno de los investigadores si podía saber qué estaban buscando. Me dijeron que creían saber quiénes eran los asesinos.  Ya sabían quién era la niña enferma al cuidado de mis tíos que había muerto recientemente. Solo les faltaba saber dónde se encontraban los padres de esa niña y dónde tenían retenidos a mis primos.
   Después de un tiempo, consiguieron averiguarlo. Al leer informes sobre esas personas, vi un apartado que explicaba la causa de la muerte de aquella niña. Lo que le había sucedido era muy trágico. Al parecer, la niña, que no tenía más de 12 años, en un momento en el que mis tíos se habían ido, cogió aguja e hilo y se cosió la boca y los dos ojos. Cuando mis tíos volvieron, ya era demasiado tarde, estaba muerta.
    Mi madre parecía muy alterada. Una inspectora le preguntó qué pasaba. Dijo que los asesinos la habían llamado y le habían advertido de que, si no estaba en la C/Bermúdez antes de  medianoche, Héctor y Alexis morirían. Mi madre habló tan rápido que era difícil entenderla.
   Seguro que todo era una trampa, además ¿es que pensaban dejar que la policía les atrapase así como así? Le dije a mi madre lo que pensaba y me pidió que la acompañase. Era muy raro, ella siempre piensa las cosas dos veces antes de hacerlas, pero esta vez lo hizo sin pensarla apenas una vez.
   Por fin llegamos al lugar indicado y en breves instantes se vieron sombras. Al fin se les distinguió la cara, eran los asesinos, pero ¿y mis primos?
   Mi madre pidió refuerzos para arrestar a esas personas, mientras yo estaba buscando a Héctor y Alexis. Al encontrarlos, estaban atados uno al otro sin poder moverse. Héctor estaba mirando hacia mí con un trapo en la boca, a la vez que estaba llorando. Antes de desatar a mi primo quería ver a mi prima, que estaba de espaldas a Héctor. Al verla, yo también me puse a llorar. Le había pasado lo que yo me suponía. Le habían pintado la boca y los ojos con trazos negros, como si fueran puntadas de costura, como si fuera el patrón que iban a seguir para coserla, tal y como su hija se había hecho a sí misma. Menos mal que llegamos a tiempo para salvarla.
    Los demás investigadores y policías, al verme en el suelo llorando y abrazando a mis primos, me separaron de ellos para poder desatarlos y para que fueran atendidos en la ambulancia que acababa de llegar.
   De este modo acaba esta historia en la que todos y todas hemos sufrido mucho por causa de una venganza. Os preguntaréis qué pasó con los asesinos. Bueno, tienen que cumplir cadena perpetua en le cárcel por el asesinato de dos personas inocentes. La maldad y la violencia nunca son buenas compañeras, así que ya sabéis, si sentís ganas de venganza, pensadlo dos veces antes de llevarla a cabo.

Paula Flores García.
1º A de ESO


Prof. Noemí González García

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