Érase
una vez Caperucita Roja (como ya sabéis, Caperucita Roja era una niña vestida
con una caperuza roja y con una cesta para su abuela, y aparece por el camino
el lobo feroz, y la engaña para que vaya por otro, y esas tonterías… Pues no,
en esta historia va a cambiar todo.)
Bien,
pues vamos a conocer esta historia.
Aquí,
Caperucita Roja es una chica guapa y elegante, de 21 años, que estudia en la
universidad de Cambridge. Ella quiere trabajar en un concesionario de coches de
alta gama, como el Mercedes Benz.
En
la universidad también estudia el lobo (pero este lobo también está cansado de
la verdadera historia de Caperucita Roja. Aquí se llama el Lobo Idiota; vamos,
su nombre ya lo dice todo). El Lobo Idiota suspende siempre los exámenes, no
estudia y no se empana de nada. Por el contrario, Caperucita Roja estudia, está
atenta, y siempre aprueba.
Cuando
Caperucita Roja salió de la universidad, su madre la llamó por teléfono,
diciéndole que llevase la comida a su abuela (a quien, como sabréis, Caperucita
Roja le llevaba una cesta de comida). Entonces Caperucita Roja cogió su
todoterreno, que era un Nissan Qhasqai. Llegó a casa de su madre, cogió la
cesta y marchó hacia la casa de su abuela.
Por
el camino, se pinchó una rueda del todoterreno a causa de unos clavos
esparcidos por el suelo (y seguramente ya sabréis quién es el causante del
estropicio. Continuemos con la historia). Caperucita Roja cogió su teléfono y
llamó a una grúa, pero le dijeron que iban a tardar 20 horas en llegar.
Caperucita estaba desesperada y no sabía qué hacer. De repente, apareció el
Lobo Idiota, montado en una escúter, con una caja llena de clavos (¡bingo! ¡qué
gente más lista sois! El causante había sido el Lobo Idiota. Es que ya se veía
venir) pero, claro, Caperucita no era estúpida porque, cuando pasó el Lobo
Idiota, ya había visto la caja llena de clavos. Entonces Caperucita le llamó y
le dijo:
-¡Eh,
Lobo Idiota! ¿Qué haces con esa caja llena de clavos? Te lo pregunto porque he
pinchado una de las ruedas de mi todoterreno.
Y
le respondió el Lobo Idiota con un tono brusco:
-Sí,
he sido yo, estúpida, para que no llegases a casa de tu abuela, y así
aprovechar la ocasión de comérmela; y luego, a ti. ¡Solo con pensarlo ya se me
cae la baba! (como ya os había dicho al principio de esta historia, el Lobo
Idiota era realmente idiota, porque se lo acababa de decir todo a Caperucita.)
Caperucita,
al oír esto, no dudó en contestarle:
-¡Maldito
bastardo! En la verdadera historia de Caperucita Roja era el cazador el que
mataba al lobo. ¡Pues ahora voy a ser yo quien te va a matar!
Caperucita
comenzó a correr para coger al Lobo Idiota, y este le respondió:
-¡Nunca
me pillarás!
Empezó
a acelerar su escúter para escapar de Caperucita, pero claro, su escúter nada
más y nada menos que alcanzaba los 30 kilómetros por hora.
Caperucita
ya le estaba pisando los talones cuando el Lobo Idiota le tiró la caja llena de
clavos, pero no le llegó para frenarla. Caperucita saltó sobre él
tirándolo, le pegó un gran puñetazo en su hocico y en su ojo derecho, dejando
al Lobo inconsciente (¡madre mía, qué mala leche tiene esta Caperucita! Chicos,
lo que estoy contando no se lo digáis a vuestros padres porque me puede caer
una buena bronca. ¿Lo habéis entendido? Vale, sigamos con la historia, que ya
queda poco para que acabe la clase.)
Después
de esto, llamó a la policía para que se llevasen al Lobo Idiota, y lo metieran
en la cárcel. Caperucita había pasado un mal día, se le había pinchado una
rueda, le había pegado al Lobo Idiota, pero al fin estaba en casa de su abuela.
Entró, cenó con ella y se quedó a dormir.
Fin.
(Y
este cuento se ha acabado. Suena el
timbre. Bueno, chicos, ya es hora de ir a casa. Espero que os haya gustado.
Buen fin de semana. ¿Qué os pareció esta historia? ¿Os gustó? No me importaría
escribir, o leer, otro relato de este tipo. Que tengáis un buen fin de semana…)
CONTINUARÁ.
Samuel Alves Alves. 2º de ESO
Me encaaaaaanta Samuel. Mucho más que la historia original. Me gustan los paréntesis. ¡Qué buen escritor! Blanca Núñez
ResponderEliminarDafechamente d'alcuerdu con Blanca. Prestóme pola vida, Samuel. Sigui asina. Teníemos que lu tornar al asturianu, diba quedar perguapu, tamién.
ResponderEliminarMuches gracies a las dos,a mi si que me prestó muncho que os haya gustado
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