Ulises, después de evitar la isla de
las sirenas, solo disponía de un barco y tres hombres más, los cuales estaban
terriblemente exhaustos.
Después de esquivar la isla, vieron
una explanada de tierra muy brillante y decidieron navegar hasta ella, ya que
parecía muy interesante. Tardaron más de la cuenta, ya que eran solo tres
hombres y la mayoría de la comida del barco se había perdido.
A los tres días pisaron, finalmente,
tierra y, perplejos, se fijaron en que la isla estaba compuesta por espejos.
También pudieron observar que en esa isla no vivía nadie, por lo que había una
extensa vegetación.
Ulises no se fiaba nada y reunió a sus
hombres para diseñar un plan, pero cuando se disponía a llamarlos, uno de sus
hombres salió disparado a por un par de cocos. El hombre, muy hambriento, iba
corriendo lo más rápido que podía, pero al pasar por uno de los espejos y ver
su rostro reflejado en él, se empezó a congelar poco a poco. Mientras, sus
amigos, asustados, le preguntaban qué había sucedido y el hombre, a punto de
morir congelado, solo les pudo decir “cuidado”.
Todos se querían ir inmediatamente de
la isla hasta que recordaron que había un gran tesoro en una isla que hacían
llamar “la isla del sol” por su continuo resplandor durante el día. Al recordar
esa historia, decidieron hablarlo y llegaron a la conclusión de ir en busca del
tesoro y regresar a Ítaca con un buen botín.
Durante varias horas pensaron cómo
sería posible llegar hasta el centro de la isla, donde se encontraría el botín,
sin mirar los espejos. Cada uno de ellos tuvo una idea diferente y decidió
llevarla a cabo.
El primero de todos decidió caminar
con los ojos cerrados, pero no le sirvió de nada, ya que se tropezó y abrió los
ojos, viendo su reflejo en un espejo y muriendo inmediatamente después congelado.
El segundo, que era un hombre muy
fuerte, decidió romper los cristales con una espada que tenía para así no verse
reflejado en ellos. Pero cuando le dio el último golpe al segundo cristal, uno
de los pedazos quedó a la altura de sus ojos, lo que hizo que viera su rostro y
muriera congelado como los demás.
Ulises, el más inteligente, fabricó
una capucha que solo le dejaba a la vista sus ojos, lo que le permitió poder ir
a por el tesoro sin apenas riesgo, ya que al mirarse en los espejos no se veía
reflejado, solo veía sus ojos. Gracias a eso, pudo llevar al barco todo el
dinero antes de poner rumbo a Ítaca.
Álvaro
López Fueyo. 4º ESO A
Profesora:
Noemí González
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