En el año
1962, mi bisabuela emigró a Bruselas.
Seis meses
después, pudo llevar con ella a mi
abuela Generosa, y a su hermana, ya que primero no se podía porque no tenía
carta de trabajo. Una vez que pudo llevarlas, encargó su viaje a un taxista que
se dedicaba a hacer viajes a Bruselas siempre que se llenara el coche.
Recuerda
que marcharon un día de Mieres y durmieron en Oviedo. Nunca habían estado allí
y aquello les pareció enorme. Pero no era nada comparado con lo que les esperaba.
Al día siguiente, a las 6 de la mañana, partieron; llevaban bocadillos, para
comer algo cuando paraban.
Ese día
llegaron a Irún. Allí pasaron la noche y así durante cinco días. Pasaron tres
noches durmiendo por Francia. Una cosa que nunca se le olvidará a mi abuela es
que una de esas noches, para dormir, la separaron de su hermana, y como era la
mayor, ella era la que llevaba los bocadillos. Esa noche, mi abuela se quedó
sin cenar.
Una vez que
llegaron a la frontera de Francia con Bélgica estaban ansiosas porque ese mismo
día llegaban a Bruselas, que era donde su madre las esperaba. Recuerda que
llevaba puesta una falda plisada larga y, al apearse en la frontera, la pisó y
se le rompió la goma de la cintura, y le hizo un nudo a la falda para no
romperla.
Y así,
después de cinco días, sin apearse y medio sin comer, llegaron a Bruselas. Su
madre ni las reconoció; cuando las vio, aquello era un drama.
Y esta fue
una experiencia que, aunque mi abuela tenía solo 9 años, la recordará hasta el
fin de sus días.
Bárbara
Fernández Llaneza. 1º de ESO.
Generosa, el día de su boda, junto a su hermana y su cuñado |
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