La historia que voy a contar no está sacada de
ninguna novela negra. Los personajes, los lugares y los hechos, todo existió de
verdad. La vivió mi abuela Magdalena cuando tenía trece años.
Corría el mes de mayo de 1948, era un día soleado.
Mi abuela y dos vecinas bajaban como cada mañana a vender en Mieres los
productos que tenían en el pueblo, principalmente la leche. Como ese día
vendieron todo rápido, retomaron el camino de vuelta a casa mucho antes que de
costumbre. Mi abuela y sus vecinas eran chicas jóvenes que iban hablando de sus
historias cuando, por una parte de la colina, observaron cómo una vecina bajaba
gritando y llorando. Mi abuela le preguntó qué era lo que le pasaba y ella les
contó que José, en el pueblo de La Hortigal, había matado a su mujer y a su
hija, y después él se había quitado la vida también. Como es natural, todas las
chicas quedaron impactadas, aterrorizadas, sabiendo que tenían que pasar por el
lugar donde estaban los cuerpos, puesto que sólo había ese camino para llegar a
casa.
Primero se encontraron con el hombre, que todavía
respiraba agonizante. Mi abuela y sus vecinas corrieron como si tuvieran alas
en los pies por el miedo que tenían de que el hombre les disparara también.
Continuaron corriendo y, a unos doscientos metros, estaban las dos mujeres
muertas por los disparos de un esposo-padre que había destrozado una familia.
“MATA A SU ESPOSA Y A SU HIJA Y ÉL SE SUICIDA”.
Este fue el titular de los periódicos al día siguiente.
Hoy, a pesar de los años transcurridos, todas las
personas que vivieron esta terrible historia no han podido olvidarla.
Sara Vera
Kozel Álvarez. 1º de ESO.
Magdalena, con 10 años |
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