Samuel Ruibal Rosón ha
publicado su primera obra, Los talones
del mortal, como premio por haber ganado el II Concurso de Literatura
Experimental, convocado por el Sporting Club Russafa, de Valencia.
Un encabezamiento breve,
objetivo, neutral, tras el que se encuentran un trabajo arduo, lleno de pasión,
y el apoyo siempre constante que desde este blog hemos dado a Samuel como cauce
a su creatividad (se pueden encontrar sus poemas en el apartado Poesía).
“Tras desinfectar el mordisco de fortuna*
Hilando aire de minutos,
Acariciamos los
talones del mortal
Que herido de traición y muerte
Semejante se
despide de los suyos.
- Voz invertebrada –
*La palabra "fortuna" está subrayada con puntos en el original
Los talones del mortal toma su título de Aquiles y se divide en tres partes
que, para el autor, son reflejo de la condición humana:
- el primer talón,
el pasado, un lastre que siempre tenemos
en el pie.
- el segundo
talón, el presente, en el que nos movemos
ahora mismo.
- el tercero está
incompleto, es el talón no materializado
porque se refiere al futuro. Es el más desordenado y caótico, donde están los
poemas dadaístas más convulsos.
En el breve texto en prosa
con que se inicia la obra, Samuel vuelve a reflejar la constante existencial
característica de la mayoría de sus poemas, aunque abre una pequeña grieta al
feroz nihilismo que marcaba sus primeras creaciones:
“A pesar de lo ridícula, pasmosa, atractiva,
magnética y estremecedora que es la permanencia, continuamos resistiéndola (…)
pretendo perdurar en la naturaleza exánime (…), en la
esperanza, sí, en la inútil esperanza.”
El PRIMER TALÓN: El paraíso
perdido del yo y el resto reitera esa idea inicial: “Es cuestión de
intentarlo, errar y rehacer esta esperanza innata y sempiterna.”
Y el yo se abre a un resto limitado para camuflarse en él: “Simplemente
guardo en estos sacos aquello que expulso. Son vómitos lumínicos que sirven de
lumbre y refugio para unos pocos. ¿Qué más decir? – Seré un anónimo.”
Samuel Ruibal Rosón comenzó
a componer versos acrósticos de una forma inconsciente, sin saber que así se
denominaba al hecho de que la primera letra de cada verso, leída en vertical,
formaba una idea. En Los talones del
mortal nos encontramos ya con un autor formado, firme, que sabe usar
perfectamente esta añeja forma literaria en el poema - Intromisión salvaje -, en cuya estrofa final, de siete versos, se
completa su título: E IN M O R T AL. El último de esos versos vuelve a reiterar
su vacío existencial: “AL amanecer ninguna melodía recibe el canto de su
existencia.”
Esa dificultad para
entender el sentido de la vida se traduce en antítesis o paradojas, muy
queridas al autor, tan sorprendentes como la que nos encontramos en - Cráteres de luna -: “ayer descifraré
cómo suicidarte”.
- Los vigías del egoísmo - se inicia con el reconocimiento de una dificultad y
un esfuerzo, también creativos: “Me esbozo exánime en el papiro donde pernoctan
mis deseos”.
En los primeros poemas que
Samuel empezó a componer, y que ya desde entonces podíamos disfrutar en este
blog, nos encontrábamos en ocasiones con una mitología propia y un rechazo a
las religiones más tradicionales pues en ellas no se encontraba la salida, o el
alivio, a la carga existencial. - Fósil
de sabores- deja esa idea patente:
“Qué inconsistente nuestra humana permanencia, ataúd de religiones”. Pero
tampoco la razón da respuesta a la existencia del ser en - Anestesiado el pensamiento - del que solo queda una pregunta
retórica y una vocal, un grito continuo:
“Ignoro
demasiado mi sangrienta condición
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
- Para qué: la
ignota clave
(Supongo que anestesiada mi linda muerte, compasión
bélica,
hundiré
a la lógica en su real vertedero).
A – A – A – A – A – A – A – A – A – A – A – A – A – A
– A – A – A – A –"
El PRIMER TALÓN concluye con el poema - Costillas de arrepentimiento -, leído
por el propio autor en la presentación de Los
talones del mortal por ser una de sus composiciones preferidas. El “No”
anafórico con el que inicia cada uno de sus versos da clara muestra de ese peso
pasado que arrastra la existencia del ser humano.
SEGUNDO TALÓN: El paraíso incorpóreo. Es “el único talón realmente afirmado”, como
se dice en el texto en prosa que abre esa parte de la obra, por ser el talón
del presente. En “una penúltima aclaración” reitera la idea ya comentada y que
se arrastra desde el pasado: “Algún dios (o ninguno) yace en todos
nosotros”.
En la presentación de Los talones del mortal, Samuel reconoció
que su influencia actual era Bukowski, por sus imágenes impactantes, pero que
en su obra también se aprecia, sobre todo, la huella de: el Dadaísmo de Zurich,
de Tristan Tzara; y los Manifiestos,
de Breton y su máxima “el arte será convulso, o no será”. Es en - La torre enjaulada - donde nos
encontraremos ese vanguardismo que ya pudimos apreciar en varios poemas de
Samuel publicados en este blog. La forma se cubre en estallidos onomatopéyicos,
las palabras descolocan sus fonemas o se crean, la sintaxis rompe su estructura
lógica, y todo el poema se vuelve en saltos constantes de ideas, emociones y
quiebros del pensamiento.
TERCER TALÓN:
El paraís… […], el futuro, incompleto
hasta en su título. La explosión vanguardista es total en esta última parte de Los talones del mortal. Como comentaron
los miembros del jurado en la presentación de la obra, “no solo llena el libro
la palabra sino también el espacio, los vacíos, la tipografía usada de manera juguetona. Samuel disfruta jugando con
las palabras, trasteando con las palabras: su significado, la situación en la
página, los vacíos entre las mismas… los tachones (y eso también es poesía)”. Y
de nuevo el conflicto existencial en solo dos palabras que llenan buena parte
de la página, “Quiero, debo”, para concluir en otras dos,
interrogante vital: “¿Quién soy?”. Y
una recreación del clásico tempus fugit
nos encontramos en “- El consumo de
tardes –“: “Date prisa pues termino cerca de la muerte”. “- Donde emigran las verdades –“ recoge
esa desnudez ante una muerte inevitable:
“Recorto mis nudillos
Los tiro
al gallinero
(…)
Aflojo mis
oídos
Los tiro
al gallinero
(…)
Descorcho
mi mirada
La tiro al gallinero
Luego la muerte, ese eufemismo vano de lo eterno, será menos
violenta.”
En esta tercera parte de la
obra, el juego con la forma es constante:
-
el alarido se
silencia: ¡Aúlla! (- Cinturón de fortuna atado al
cuello -)
-
la ausencia
crece con la grafía de la palabra: “En verdad,
te echo en
falta” (- Me revuelvo en las memorias –)
-
o esa densidad
de las letras se convierten en grito de reconocimiento en - Presentación de las distintas memorias –:
- Llévame a lo vivo
A la certeza del conocer.
(…)
- Llévame a mi mismo
Donde habita todo el terror y la fiebre
-
y la declaración
de amor se invierte y amada mía se convierte en un Adama aím - Aromas del invierno-
Los talones del mortal concluye magistralmente con - El amor egoísta -, un diálogo amoroso entre A y B, quienes “Habían
mantenido contacto directo durante horas.” “acérquese con su oído a mis labios”,
le dice A a B con el fin de que cumpla una promesa: después de catorce días
volverán a encontrarse y ella debe traer “un papel arrugado cual esfera y en
cuyo interior… -Vaciló-. Es libre usted de incluir cualquier insignificancia.
¡Pero debe ser una insignificancia!”. Trascurrido ese tiempo, B cumple su promesa pero A no leerá ese papel porque “Sé
exactamente lo que se esconde aquí (…). La pregunta es: ¿te gustaría a ti comprobar
mi conocimiento?”. Y el diálogo concluye con un sorprendente, y magnífico,
final abierto.
Por último, resaltamos por
su belleza, y por constituir una especie de declaración de amor, y de
intenciones, de su autor - Poesía -,
personificada en “una mujer prohibida” (subrayado con puntos en el original):
“Una mujer prohibida delante de ti
Mujer
de hielo entumecido
De
suaves mejillas talladas en roca
Ante
ti un tulipán de cólera oscura.”
“El arte no es
cosa seria" (subrayado con puntos en el original)
El
precio de mi vida su valor:” declara Samuel en - Confesión erótica -. En el coloquio posterior a la presentación
del libro manifestó que buscaba la libertad en el arte, la expresión de mi propio yo, o lo que creo es mi propio yo, o lo que
creo que creo es mi propio yo. Esa búsqueda de sí mismo se desarrolla
en una complejidad lingüística, y temática, que da como resultado una lectura
también compleja. Ya lo resaltaron los miembros del jurado que han premiado,
con su publicación, Los talones del
mortal: “Es una literatura
experimental que con frecuencia nos deja fuera de juego, que no busca la
complacencia. Hay que desandar lo leído porque nos perturba”.
A lo largo de estos años, muy pocos, hemos visto desde este
blog cómo la poesía de Samuel llegaba a un lenguaje puro, sin retóricas, en el
que cada versículo condensa una idea, una imagen, o se encabalga en el
siguiente.
La poesía de Samuel reclama tiempo para sumergirnos en el
desconcierto del caos, para encontrar el orden en ese desorden y, con él, el
reflejo de nuestras vidas.
Tiempo para saborear y paladear ese extrañamiento del
lenguaje llamado literatura a la que llega con absoluta genialidad a través del
uso de múltiples figuras: los hipérbatos, las antítesis, las paranomasias, los
juegos de palabras, las imágenes, las metáforas, las personificaciones... Toda
una creación lingüística que no encuentra límites.
Tiempo para encontrar la salida a ese laberinto intelectual
que se plantea, sobre todo en el tercer talón, mediante la creación de palabras
por descomposición, el desorden de las letras en una palabra, las palabras
tachadas o subrayadas o ennegrecidas o punteadas o crecidas en el tamaño de la
grafía.
La poesía de Samuel es
también música. Es un hilo de sonidos y emociones que nos arrastra. Esa
sonoridad de los versos se adquiere por medio de rimas internas que se oyen
tras la aparente supresión de la puntuación. Y decimos aparente porque el
propio ritmo de las palabras la va marcando, junto con las repeticiones, las anáforas,
las concatenaciones, los paralelismos internos y entre versos, las aliteraciones...
Hay que leer en voz alta muchos de estos poemas para
escuchar claramente esa música que contiene su creación.
La poesía, para mí, es una maldición porque soy
incapaz de librarme de ella. Es una necesidad, no sé de qué. Yo siento la
necesidad, me urge. Es como ir al váter y escupo, vomito los versos… en un
papel, en una servilleta. En el momento en que me vienen a la cabeza, soy
incapaz de controlarlo. Esperamos,
Samuel, que esa necesidad siga teniendo cauce en este blog. Todos los
recursos de la literatura se encuentran ya en esa tu "maldición" vital… y lo
estás usando con verdadera maestría.
¡Enhorabuena por esta tu primera publicación! Tenemos la
certeza de que no será la última… y gracias por dejarnos compartir tanta
belleza en este blog.
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