En 4º de ESO, trabajamos la coherencia y la cohesión textual. Una de las actividades consistía en continuar un párrafo inicial en el que no se incluía información relevante. Este es el texto creado por Samuel Ruibal Rosón:
Ayer a las 12 de la mañana, don Carlos, el implacable y magnífico profesor de esa ciencia ignota y absurda para nosotros, cruzó el umbral del aula. Su mirada escrutadora no dejaba lugar a dudas: iba a sorprendernos de alguna manera, aunque no nos sorprendió demasiado; era previsible teniendo en cuenta lo que le habíamos hecho el día anterior.
Aprovechando el glorioso y fino rumor de la lluvia que atosigaba tal jornada, nos habíamos dispuesto a gastarle una jugarreta. Buscamos su coche con esa intención, pero al encontrarnos delante de su parte trasera nuestras miradas se desviaron a una esfera metálica que brillaba con una leve luz amarillenta desde el interior del vehículo.
Un joven croata llamado Detzch destrozó raudo la ventana con un bate de beisbol y en menos de lo que duraba el estruendo de un trueno se lanzó a recoger dicho objeto. No obstante, en cuanto sus manos rozaron esa piel metalizada, el coche explotó en miles de pedazos de vidrio roto y tintados de rojo por la sangre de Detzch y de algunas heridas ocasionadas al resto de compañeros. Sin embargo, la esfera seguía ahí, sentada en el asiento (lo único que aún estaba intacto tras aquel episodio) pero no tuvimos el valor de volver a alzar la mano sobre su extraño poder.
Y bien, don Carlos se sentó con parsimonia, acomodando sus posaderas un buen rato, y después de guardar el libro de Ufología que tenía encima de la mesa, arrojándolo a uno de los cajones del escritorio, nos fue examinando uno a uno con esa mirada tan penetrante y extraña, parecida a una cueva sin fondo.
- Caballeros aquí reunidos – dijo en tono burlón, dándose un aire picaresco y pordiosero -. Es mi deber informaros sobre lo que habéis visto – y tras esto se rascó la nariz de forma grotesca, pausándose.
Enmudecimos. Sabíamos que algo iba a ocurrir, y la saliva se nos secó tanto que hizo una bola en nuestras gargantas.
- Algunos creen que el destino es inevitable – poco a poco iba sacando de su bolso, el que usaba para acarrear libros pesados de un sitio a otro, un objeto orondo. Por fin tragamos saliva -. Otros, que lo cambiamos dependiendo de cada acción que nosotros realizamos.
- ¿Qué tiene que ver eso con lo que hemos visto? – preguntó alguien del fondo.
En ese instante don Carlos sacó algo más de su bolso: era una pistola, y no tardó demasiado en utilizarla con aquel sujeto, dibujándole un agujero en el hombro izquierdo.
- Esta esfera posee el poder de controlar el destino de las personas.
Estábamos horrorizados, muertos por el miedo y la singular extrañeza de la ocasión, pero el semblante de aquel profesor no mostraba nerviosismo.
- Observad su magnitud y preparaos jóvenes, pues vosotros sois los reyes del tablero, los encargados de mover las piezas para cambiar el futuro.
Don Carlos tocó el objeto, que comenzó a temblar con violencia hasta que un haz luminoso reposó tranquilo sobre el cuerpo inerte de nuestro compañero, de tal manera que este no pudo evitar toser hasta que la muerte se le salió del cuerpo como alma que lleva el diablo.
- No soy digno de usarlo. Además, me persiguen, y ya no sé qué hacer para librarme de esta pesada carga. Es vuestra oportunidad, única y casual, aprovechadla para hacer el bien.
Dicho lo dicho, nos lanzó el objeto y el primero en alcanzarlo fui yo. Al verlo entre mis manos pude sentir cómo su poder me corrompía lenta e inevitablemente. El profesor se equivocó. En menos de una semana la ciudad y sus habitantes ya habían sido reducidos a polvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario