Allí
donde descansan los voluptuosos hermafroditas
Allí
que no es tierra del humano todavía
Allí
donde velan en un continuo sabor místico mis minutos
Las
diabólicas tempestades juegan a un parchís
decolorado
decolorado
Recuerdo
aquel crepúsculo cuando me olvidé del
universo
universo
Todos
los monumentos para lo aún no explicado parecían
santos
santos
Dudaban
francos de “tu soplido perenne e incierto”
Recuerdo
al llegar húmedo donde las cerraduras mugen
Hasta
la menos durísima violencia carece de testigos
Es
un ramillete condenado a arrastrar torpezas discutidas
Si
alguien me predijera el rastro de mis segundos de
aquel rato
aquel rato
Efímeras
cadenas tambaleándose por la vía de coral
Admito
haber pensado en comprarme una voz en el
mercado de la noche
mercado de la noche
Lo
inútil es negar que los ríos entrelazados sean mellizos
A
la vista de gavilán veo lo que parece una particular
herida sobre el fresno
herida sobre el fresno
La
multitud penetra máscaras risoteando en la selva del
perdón
perdón
Allí
donde me pierdo cuando recito lamentos desgastados
Miles
de transformaciones que inundan la educada alma
de las gabardinas
de las gabardinas
Flotando
indiferentes recorriendo las vías entre
desgarbados edificios
desgarbados edificios
Admito
conocer a los padres de la culpa
Habitan
en el goloso nido de nuestras centelleantes vistas
Allí
donde se derriten los paisajes
El
“allí” que no pueden describir las migratorias ilusiones
Allí
perece tras el otoño la comisura de mis pensamientos
Nadar
entre lienzos lleva a una isla de alabanza y
adoración.
adoración.
Samuel Ruibal Rosón
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