En primer lugar, comentar que este trabajo está basado en la experiencia
vivida por mi abuela materna,
Asunción Cienfuegos Alonso (Choni), cuando era niña y vivía en el pueblín de Villanueva que pertenece
al concejo de Aller. Actualmente tiene 77 años y
al preguntarle cómo se apañaban
para hacer las tareas diarias
sin agua
en las casas me contó la siguiente historia.
Cuando le pregunté cómo se arreglaban sin ella, me cuenta que para poder beber, fregar y bañarse tenían que ir a la
fuente que había en el pueblo, pero que ella,
en comparación con las otras niñas, tenía mucha suerte ya que la fuente
solo estaba a unos 30 metros
de distancia de su casa.
Con respecto a cómo la transportaban, me dice que su madre tenía tres calderos: dos de porcelana blanca con unas
flores que eran los que utilizaban para beber
y el tercero era de zinc. Este último nada más llegar a casa lo ponían encima
de la cocina de carbón para tener
agua caliente y la usaban para lavarse y fregar los cacharros.
Por otra parte, me comenta que ella empezó a acompañar a su madre a la fuente desde muy pequeña pero que no sabe
exactamente la edad; lo que sí recuerda es que le
compraron una pequeña lechera de porcelana blanca.
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Caldero de zinc
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Caldero esmaltado
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Lechera esmaltada |
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En relación a las veces que iban a por agua a lo largo del día, me dijo
que bastantes, sobre todo los fines
de semana ya que los sábados y los domingos eran los días que aprovechaba su madre para cambiar las sábanas y
bañarlos. También me comenta que no esperaban a que los calderos se vaciasen: cuando
estaban por la mitad, vaciaban uno en otro para volver a la
fuente a por más agua, ya que al llegar la noche y no haber alumbrado en las calles corrían el riesgo de tropezar y caerse.
Asimismo, me dice que en los meses de invierno, como nevaba mucho, los hombres
por la mañana antes de ir a trabajar a la mina cogían sus palas apartaban la nieve y hacían un camino para que sus
mujeres e hijos pudiesen llegar más fácil a la
fuente.
Por otra parte, al preguntarle cómo se apañaban para lavarse si no tenían
bañera ni ducha, me dijo que tenían
un barreño de zinc que ponían en el suelo del baño, que su madre
llenaba una regadera con el agua caliente que había sobre la cocina de carbón, se lo echaba por encima, luego se
enjabonaban y, por último, les volvía a echar agua. También me cuenta que, si el agua no estaba muy sucia después de
haberse bañado, la recogían
en un caldero para fregar
los suelos de la casa; pero si estaba sucia,
la tiraban.
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Barreño de zinc que usaban para bañarse y llevar la ropa a lavar
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Regadera que usaban como ducha |
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Otro de los recuerdos de mi abuela por la falta de agua en casa era lo
que hacían para lavar la ropa. Ella
dice que mi bisabuela, quien por cierto
se llamaba Rosario, aunque en Villanueva la conocían por Sayo, metía las piezas
pequeñas en el barreño de zinc que
usaban para bañarse, cogían la tabla, la cajuela de madera con un trapo
y bajaban hasta una reguera que pasaba por debajo de su casa. Una vez en
la reguera,
apartaban unas piedras, hacían un pequeño pozo, se arrodillaban en el cajón para no hacerse daño en las rodillas y
lavaban la ropa interior, camisetas, bayetas …
para enjabonarlas, su madre hacía un jabón con el aceite que reciclaba
de freír el pescado, mezclado
con agua y sosa.
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Tabla y cajón de madera usado para lavar en los ríos o las regueras |
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Los sábados era diferente. Como cambiaban las sábanas de las camas y no podían lavarlas en la reguera, cogían el
balde de zinc, las metían en él junto con los
bombachos de la mina y el resto de la ropa grande para bajar hasta los
Cuarteles de Villanueva, lugar donde
el ayuntamiento había construido un lavadero municipal. Este estaba como a unos
200 metros de su casa. Era un edificio techado, con una pared lateral hecha de ladrillo para que las mujeres no pasasen
mucho frío, sobre todo en invierno.
En el centro estaba el lavadero en sí. Constaba de tres partes: una era por donde salía el agua que servía también
de fuente, las otras dos estaban destinadas a
lavar la ropa; la parte más alejada la utilizaban para enjabonar por ser
la más cercana al desagüe;
la más cercana al caño, para aclarar la ropa.
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Antiguo lavadero municipal |
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En los lavaderos, las mujeres se ayudaban unas a otras a quitar el agua
de las prendas grandes. Para ello,
cogían cada una de un extremo y las retorcían. Luego las metían en los baldes e iban a los tendales que estaban
construidos con dos palos y unas
cuerdas. Estos estaban cerca de sus casas por lo que llevar la ropa mojada
hasta ellos en los barreños de zinc
que eran muy pesados. Su madre, con ayuda de una amiga, lo ponía sobre la cabeza
hasta que ella creció, entonces cogían cada una por un asa.
Otra forma de colgar la ropa a secar era en los corredores de las casas,
en las ventanas e incluso atando
cuerdas entre dos árboles. En
invierno o en los días de lluvia,
colocaban unos ganchos con cuerdas encima de la cocina de carbón aprovechando así el calor que desprendía
para secarla.
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Tendal hecho con madera y cuerdas
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Ropa secando en un corredor |
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Sin embargo, todo este trajín acabó cuando el Ayuntamiento de Aller hizo
la acometida del agua hasta las
casas. Gracias a esto, su padre, que era un manitas, les construyó un pequeño lavadero en la parte de fuera de la casa
que coincidía con la cocina donde
habían instalado el grifo
y, de esa manera, con la ayuda
de una manguera, lo
llenaban para poder lavar la ropa sin tener que desplazarse hasta la reguera o
al lavadero municipal.
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Lavadero como el que construyó su padre una vez tuviero agua en casa
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Según ella, quienes más se
alegraron de la llegada del agua a las casas fueron las mujeres y los niños ya que les
quedaba más tiempo para otras cosas, sobre todo estos últimos ya que disfrutaban de más horas libres para jugar una
vez acabado el horario escolar.
Por último, recuerda que, cuando lograron juntar algo de dinero, se
compraron una lavadora. Esta era muy diferente
a las de ahora,
ya que solo lavaba la ropa; para aclararla,
le tenían que quitar el agua y volver a echar otra limpia. Además, como no centrifugaba, quitaban el exceso de agua
retorciendo la ropa a mano. Pero a pesar estos inconvenientes, con su compra, la tarea de lavar se
hizo más llevadera.
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Lavadora de los años 50 |
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En resumen, para mi abuela la palabra
“agua” significaba trabajo duro, ya que para poder realizar cualquier tarea tenía
que ir la fuente o al lavadero, cargada de calderos
o baldes. En cambio, para mí solo es un líquido transparente necesario para la vida que tengo en mi mano nada más abrir el grifo.
Lydia Álvarez Sánchez.
3º de ESO