“Vienen aquí a robarnos el trabajo”. Esta
sentencia la he oído muchas veces a lo largo de mi aún corta vida. Me duele, no
solo por ser yo hija de un extranjero sino porque todos los españoles fuimos,
somos y seremos una población emigrante que en algún momento tuvimos que
“robar” el trabajo a los ciudadanos de otro país para poder seguir adelante.
Pues bien, cada vez que un ser llamado “inteligente” me dice la frase con la
que he empezado esta crónica, yo respondo: “Nosotros también emigramos ¿o aún
no lo sabes?”. Para demostrar que lo que digo es cierto, he aquí el resumen de
la vida de Avelino García Álvarez, hermano de mi bisabuela.
Damos marcha atrás en el tiempo y
llegamos a 1919. En un pueblo de la Güeria de San Tirso (Mieres), llamado
Escalada de Arriba. Avelino, un muchacho de 14 años, huérfano de padre y madre,
decide, junto a otro compañero, emprender una huida hacia adelante en busca de
una vida mejor. A pie, o saltando de tren en tren, llegan a la frontera con los
Pirineos, donde queda solo ya que su amigo decide abandonar el viaje. Impulsado
por la desesperación, o el orgullo, Avelino, sin saber adónde ir, se adentra en
el país vecino, Francia. Tras haber trabajado en diversos oficios, llega a
Haillicourt, población de Norte Paso de Calais. Allí inicia su nueva vida como
albañil. Con sus propias manos levanta la casa de la familia García, compuesta
por él, su esposa Lucienne y sus seis hijos: Jacqueline, Jean, André, Jeannine,
Michelle y Danielle.
Toda esta historia se supo por estas
casualidades que tiene la vida, el azar, o no sé bien qué.
Una cuñada de mi bisabuela Paula tenía
familiares en Barcelona. Uno de ellos se trasladó a Francia por motivos
laborales y allí le presentaron al protagonista de esta historia, Avelino. Él
le contó su vida y la ilusión que le haría reencontrarse con su familia, a la
cual tuvo que dejar allá por los años 10. Decidió escribir una carta a su
hermana Paula y que este señor la enviara a través de sus familiares en
Asturias. Así se retomó la relación entre ambos. Supo de la muerte de sus dos
hermanos varones, uno en la guerra y otro en un accidente en la mina.
Las cartas entre Avelino y Paula se
volvieron cada vez más frecuentes. La última que vi llegó en el año 1952.
No hubo más noticias de ellos, hasta que
hace unos ocho años un hombre francés llamado Manuel llegó a Mieres, era uno de
los descendientes de Avelino. Nadie tuvo la idea de pedirle una dirección o un
teléfono para seguir en contacto. Yo aún era pequeña y mi madre se enteró muchos
días después. Por eso, ahora, he decidido contar su historia, que también es la
mía, porque tengo la total convicción de que los conoceré.
Sara
Vera Kozel Álvarez. 1º de Bachillerato.
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