Aún existen en las cuencas mineras hombres como mi
abuelo. Ya cumplidos los 72 años, escasos de salud pero con buen ánimo, va de
chigre en chigre hablando de los tiempos pasados y del poco prometedor futuro que les espera a las
cuencas mineras.
Mi abuelo vino de Extremadura con sus cinco hermanos
y sus padres, muy empobrecidos, con la esperanza de encontrar una vida mejor de
la que tenían allí. Empezó a trabajar repartiendo prensa a los siete años;
luego, de caramelero en el cine Pombo de Mieres a los ocho años; y más tarde,
entró en la mina a la temprana edad de 13 años. Trabajó en dos chamizos en
condiciones que hoy por hoy se consideran tercermundistas.
Al cumplir los 18 años, marchó a Alemania a trabajar
poniendo raíles; así, mejoraron su salario y sus condiciones de trabajo.
Desgraciadamente su padre, Ramón, falleció al año siguiente debido a una
infección pulmonar que cogió en la mina. La añoranza de su familia y de la luz
de España, le hizo regresar a los 20 años cuando consiguió el suficiente
dinero.
A los 22 años empezó a trabajar en HUNOSA. Su vida
mejoró entonces: se casó, tuvo un hijo, nuevos compañeros, juergas y una lucha
por mejorar las condiciones de trabajo dentro de las minas.
Ahora las minas están desapareciendo en las cuencas,
ya solo quedan viejos mineros como mi abuelo que recuerdan con nostalgia el
orgullo de ser minero.
Paula Flores García. 2º de ESO
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