Pablo Álvarez López (2º de ESO) realiza una breve semblanza de sus abuelas Francisca y Flor (Tita).


Un día normal para mi abuela, cuando
era niña, consistía en jugar y correr con los niños y las niñas del pueblo, además
de ayudar en algunas de las tareas de la casa. En aquella
época solían jugar al escondite, al cascajo, al pilla-pilla, a las cocinitas…
Mi abuela no recuerda ninguna
canción de su infancia, pero sí se acuerda de que en su casa no tenían
televisión, ni leían el periódico, solo escuchaban la radio, que les gustaba
mucho.
El mejor recuerdo de su infancia es
jugar con sus amigas todo el día.

Ella nunca se planteó lo que quería
ser de mayor, así que se dedicó a aprender a coser en una sastrería.
Mi abuela se casó a la edad de 26
años. Su boda fue sencilla, aunque guarda muy buen recuerdo de ese momento.
Tuvo dos hijas, Belén y Mónica. Ella vivía con su marido, sus hijas y sus
suegros en una casa en Arancedo, un pueblo del El Franco en el occidente de Asturias.
Ella tuvo muchos trabajos, no le
gustaba estar parada, hacía las labores de la casa y del campo. Más tarde, ayudó
a su marido en la carpintería que tenía en el bajo de su propia casa y además
cortaba el pelo y peinaba a las vecinas.
Cuando ya era una mujer adulta, tuvo
nietos, exactamente dos nietos y una nieta.
La mejor experiencia que recuerda de
su vida es su luna de miel en Tenerife, pues ella nunca había salido de su
pueblo.
Su pueblo ha cambiado mucho, ahora
hay carreteras, casas lujosas, muchos más coches, teléfono, televisión…

En su casa vivían cinco personas: su
padre, su madre y los tres hermanos. Su madre se dedicaba a las labores del hogar
y su padre era minero.

Cuando mi abuela era pequeña, en su
casa solo tenían una radio, no había televisión y no recuerda ver ningún
periódico.

Mi abuela Tita, como la conocía todo
el mundo, fue a la escuela a Vegalafonte. Ella iba andando y todo lo que les
enseñaban en el cole estaba en un único libro, la enciclopedia Álvarez. Si se
portaban mal, la maestra las castigaba mirando a la pared poniéndoles libros en
las manos. Ella dejó la escuela a los 12 años porque empezó a coser, en un
curso de corte y confección.
Cuando le pregunté qué quería ser de
mayor, se quedó pensativa y me dijo que nunca se lo había planteado.
Se casó muy joven, con 17 años, pero
recuerda su boda con mucha alegría; la celebraron en un restaurante con la
familia y los amigos. Tuvo dos hijos varones, Juan Luis y Jaime, y vivía en Los
Valles, en Turón.

Ella no tuvo nietas, pero sí dos
nietos, Juan y Pablo, y la mejor experiencia de su vida han sido sus dos hijos
de los que se siente muy orgullosa.
Mi abuela también me contó que antes
no había carreteras en el pueblo, pero vivía mucha gente y ahora el pueblo se
está quedando abandonado.
¡DELICIOSO este relato de las abuelas Francisca y Flor ! Felicidades Pablo por estas biografías tan bien contadas. Blanca Núñez
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