"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

martes, 21 de marzo de 2017

EL RESCATE DE PENÉLOPE

Tras hacerse una balsa con los restos del naufragio en el que había perdido finalmente a todos sus compañeros, Ulises estuvo varios días a la deriva. Se alimentaba de los peces que podía capturar y bebía agua de lluvia. Pese a todo esto, cayó exhausto en un profundo sueño.
Se despertó en una isla que no conocía. Tras andar varias horas encontró escondida tras la maleza una cueva. Dio gracias a los dioses por encontrar refugio para pasar la noche, pero cuando se adentró en ella, observó una luz al fondo. Sacó su espada y comenzó a caminar hacia el destello y lo que se encontró fue a las Moiras.
Ellas le reconocieron con su único ojo y le alabaron por sus hazañas, pero había que tener cuidado con ellas porque en cualquier momento Átropos podía cortar con sus tijeras tu hebra de la vida. Ulises las intentó camelar para conseguir información de su vida futura y saber si por fin encontraría a Penélope, su amada.
Mientras Cloto hilaba en su rueca la hebra de Ulises, Láquesis dejó de medir con su vara y se apiadó del viajero. Le contó que Penélope, rota de amor, se había escapado de Ítaca junto con su hijo Telémaco, pero que no había llegado muy lejos: estaban atrapadas en la isla de Creta y eran prisioneros de Medusa.
Ulises creía volverse loco, necesitaba salvar a su mujer e hijo, pero no encontraba una solución, se encontraba solo en esa isla y necesitaba ayuda. Sus plegarias fueron escuchadas por los dioses y Atenea vino en su auxilio. Le dio ánimos y le dijo que Medusa era mortal, que tendría que luchar contra ella pero que si la miraba a los ojos se convertiría en piedra.
Atenea le llevó a la ciudad donde vivía y tenía su fragua Hefesto. Hablaron con él y este accedió a forjarles las puntas de unas flechas para poder acabar con el monstruo de Medusa.
Tras esto, se encontraron con Artemisa y esta les entregó uno de sus mejores arcos. Ahora tendría que proseguir el viaje él solo.
Tras días de travesía, Ulises atracó en Creta y comenzó su viaje hacia Penélope. Entre las montañas y oculto a los ojos del mundo, se hallaban las ruinas de lo que había sido un fantástico palacio.
Ulises entró despacio, cauteloso y vigilante. Se ocultaba entre las columnas derruidas, no se oía nada. Pensó que le habían engañado, que su familia no se encontraba allí, que su viaje había sido en vano. De pronto, un ruido le despertó de su amargura. Ayudándose de la punta de la flecha, la cual brillaba como un cristal,  Ulises observaba el reflejo que en ella se daba. Allí vio a Medusa, era horrible y el ruido de las serpientes de su cabeza era espeluznante.
Preparó el arco y la flecha, respiró profundo y giró hacia Medusa. Pero el héroe, con la presión de tener que rescatar a su familia, falló el tiro y Medusa no desaprovechó la oportunidad y le miró a los ojos. Mientras Ulises se convertía en piedra, pudo ver a Penélope y a Telémaco y una lágrima resbaló por su mejilla.
La espuma de una ola le mojó la cara y Ulises despertó en su balsa; todo había sido un sueño fruto del cansancio y del hambre. Comenzó  a llorar y entre las lágrimas vio a lo lejos una isla, había que ser fuerte y seguir luchando. La imagen de su mujer y su hijo le dio fuerzas para continuar el viaje.       
                                                                                                               
Daniel Álvarez Dueñas. 4ºA


     Profesora: Noemí González 

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