Desperté incluso después de haber exhalado mi último suspiro. Sentía mis
entrañas desgarrarse ante la perspectiva de mi partida. La verdad se abalanzó
encima de mí como una pesada sentencia para recordarme que en los designios de
la eternidad tendría que enfrentarme al dolor de tu ausencia.
Eres como una maldición que pesa sobre cada una de mis lágrimas. El
vacío es grande, se cierne sobre mi persona sin compasión. Si tan solo pudiera
devolver a mi mente aquellos recuerdos en los que las espinas del rosal no se
clavaban en mi piel con tanta saña, no me afligiría tanto el estigma con el que
te dejó mi abandono aquella vez. Hay en mí una agonía tan profunda como inmensa
hubo aquella vez…
Esta noche hasta los ángeles derraman sus lágrimas a causa de la
aflicción. No conciliaré la paz con una imagen en mis memorias. Tal como un
espíritu que vaga después de su propia existencia, purgaré esta pena hasta el
fin de mis días
Ainara Álvarez Cárdenas.
2º de ESO
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