En Galloping
Foxley, Roald Dahl nos muestra el maltrato que sufre el protagonista del
cuento por parte del personaje que da título al mismo. Esta circunstancia nos
sirvió para que nuestro alumnado comunicara sus propias experiencias. Como se
verá, en muchos casos, no se publican los nombres de las
personas que sufrieron o contemplaron este maltrato. Aunque son hechos del pasado, el miedo a
ser señalado o señalada sigue estando muy presente… al igual que el dolor
sufrido.
En mi colegio, cuando tenía cinco años, tres de mis
compañeros me cogieron por los hombros. Me pusieron sobre el borde una
alcantarilla y me empezaron a pegar patadas en las costillas, hasta que una
niña avisó a los profes de recreo para que vinieran a castigarles.
Anónimo.
Hace aproximadamente unos 5 o 6 años, en el colegio,
sufrí acoso: no fue físico, pero sí psicológico. La gente se metía conmigo por
mi forma de vestir, de pensar, y de ser. Eran críticas e insultos diarios hasta
el punto en el que he dejado de valorarme a mí misma como persona.
Anónimo.
La primera situación de acoso que sufrí fue el primer
año de ESO. Ningún compañero de clase reaccionó, pero un chico de unos cursos
superiores, mi prima y su amiga, reaccionaron; gracias a ellos, esas personas
no volvieron a decirme nada.
Todo empezó un día en el que iba a
saludar a mi primo y, sin querer, choqué con una persona, quien me amenazó.
Sus amigas me esperaban a la salida hasta que un día
se lo conté a mi prima y a un amigo, y ellos hablaron con esas personas. Me
pidieron perdón. Ahora no tengo relación ninguna con esas personas.
Anónimo.
En el año 2010, yo sufrí acoso escolar por parte de
mis “amigos”: ellos me humillaban y se reían de mí, y todos los días eran
iguales.
Los que me acosaban no eran todos los de la clase,
pero sí una pequeña parte. Los demás se reían cuando me pegaban o me encerraban
en el baño. En los recreos, siempre estaba solo porque todos me marginaban.
Javier Alonso Herrero.
En
6º de Primaria, sufrí acoso escolar por parte de cuatro personas que no dejaban
de meterse conmigo. Me pegaban, me insultaban. Un día me harté y se lo dije a
mi madre quien se lo dijo al director. Este no hizo nada y, por eso, mi madre
cogió y fue al cuartel de la Guardia Civil
y puso una denuncia. Desde entonces, nadie se mete conmigo.
Anónimo.
Todo sucedió en el colegio, a raíz de un examen. Como
todo el mundo, yo tenía a mi grupo de amigas, quienes nos llevábamos
perfectamente.
Pero un día, en clase de Matemáticas, nos entregaron
los resultados de los controles. Una de mis amigas había suspendido, y miró con
rabia mi examen, el cual había aprobado.
A partir de ahí, todo cambió. Ella arrastró a la
mayoría de la clase hacia su propósito aprovechándose de la falta de
personalidad de algunos. Viví casi un curso con ello, hasta que no pude más y
lo conté. MI madre ya había notado algo en mí, pero quiso que yo diera el paso
y lo dijera.
Afortunadamente, la situación se cortó radicalmente,
y volví a ir al colegio tranquila. Desde ese momento, nunca más sentí esa
sensación de ser invisible, y no quiero volver a tener que pasar por ello.
Anónimo.
Cuando estaba en 3º de Primaria, sufrí acoso. Esto
se debía a que tenía una “enfermedad” en el estómago, el cual crecía
desmesuradamente. Me insultaban pero yo no les hacía caso. Llegué a 4º de
Primaria, y la enfermedad había sido erradicada, pero habían quedado secuelas: el sobrepeso había quedado ahí, y a esa edad no era
capaz de asimilarlo.
Pasó el tiempo y llegué a 6º de Primaria. Ya había
bajado de peso, pero mis compañeros me seguían insultando. Hubo un tiempo en
que no comía, no dormía, era incapaz de hacer una vida normal por culpa de
ellos. Pero el verano de ese mismo año, bajé 20 kg de peso y no volvieron
a insultarme más.
Yeray
Noguerol Fernández.
En el instituto en que estaba yo antes de venir aquí,
en 1º de ESO, había un compañero mío de clase al que no paraban de pegarle,
amenazarle, quitarle las cosas, e incluso llegaron a tirarle algunas por la
ventana.
Yo hablé con él diciéndole que fuera a comentar lo
que le pasaba con el director. El me decía que no porque le pegarían. Le
convencí para ir a Jefatura, lo explicamos todo, y el Jefe de Estudios nos dijo
que iba a llamar a los padres de los alumnos que le hacían eso; llegaron a
llamar incluso a Servicios Sociales.
Dejaron de insultarle, pegarle y amenazarle.
Ainara
Álvarez Cárdenas.
Me acuerdo de una amiga a la cual nadie quería por su
familia, es decir, recuerdo cómo la despreciaban porque sus padres estuvieron
en la cárcel, sin darse cuenta de que, no por ser su hija, ella también iba a
ser una delincuente.
Llegó el momento en que hasta los profesores la
despreciaban, la gente del pueblo la miraba mal y la insultaban a lo lejos, sin
saber que ella no había hecho nada.
Afortunadamente, se mudaron a otra ciudad olvidándose
de todo y formando buenas relaciones con algunos de nosotros.
Naiara
Manchado Fernández.
Cuando iba a 6º de Primaria, venía conmigo una chica
que no tenía para ducharse y apenas para comer. A muchos de mi clase les daba
asco, y le hacían todo tipo de cosas, hasta que llegaba a llorar o se cambiaba
de mesa en el comedor escolar. Se reían de ella y le gastaban toda clase de “bromas”.
Lo que yo sentía era pena, pero no hacía nada,
simplemente me reía con mis amigas. Yo no le hacía nada a ella, pero tampoco
hacía nada por ayudarla.
Sara
Gutiérrez Peláez.
Dicen que vivir el acoso y verlo no es lo mismo, pero
las cosas que he llegado a ver me han dolido hasta a mí.
Se suponía que ellas eran amigas pero, como dice el
dicho, “hay amores que matan”. A una de ellas, siempre que hacía algo mal, la
otra la cogía de la coleta, le tiraba del pelo y le clavaba las uñas.
Yo, una vez, me metí en la pelea, pero terminó mal
porque hasta la maltratada estaba en mi contra.
Anónimo.
Estupendos relatos de una situación más generalizada de lo que creemos.
ResponderEliminar¿Por qué se es tan cruel con el otro en la infancia y la adolescencia ?
Con vuestro permiso, de manera anónima, utilizaremos los relatos en las tutorías del próximo curso.
Blanca Núñez