Mi familia y yo nos
dirigíamos a Sidney. Habíamos entrado en el avión con una sensación extraña, como un presentimiento que se apoderaba de nosotros.
Todos permanecíamos en
silencio hasta que la azafata nos dio la bienvenida, entonces reaccionamos y
todo el viaje transcurrió con normalidad.
Pero, cuando apenas
quedaban veinte minutos para el aterrizaje, el comandante advirtió que había
viento de cola y el avión comenzó a moverse. A partir de ahí no recuerdo nada
más.
Desperté sola, no sabía
dónde estaban mis padres. Luego me paré a contemplar dónde estaba. Era una
isla, pero curiosamente no había animales, únicamente plantas raras. Las había
púrpuras, negras, azules y naranjas. Manzanos que no daban manzanas sino
tetrabriks de leche; perales de los que salían filetes de carne. Puede parecer
que os estoy cantando la canción de las mentiras, ¿verdad? Pues no, lo vi todo,
con mis propios ojos. Tras quedar atónita mirando aquello, me di cuenta de
que... ¡habían sustituido los animales por plantas!.
Un hombre de bata blanca
se dirigió a mi. Tenía el pelo canoso y una gran barba.
Me llevó hasta una sala
donde me tumbé en una camilla y me dormí. Al despertar, todos estábamos en el
avión, entonces pensé que solamente había sido un sueño, pero ese hombre del
asiento de atrás, tan parecido al científico de la isla...
Sara Vera Kozel. 1º de ESO.
Sara, ¡qué historias más bonitas cuentas!. No es fácil escribir bien y tú lo haces. Irás mejorando, depurando el texto y encontrando tu voz. Yo seguiré tus escritos, hasta 4° de ESO. Y más...
ResponderEliminarBlanca