En 1º de la ESO, al finalizar la lectura de El mago de Oz, teníamos que continuar la historia bajo la forma de una carta que Dorotea escribía a sus amigos: el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león. Estas fueron algunas presentaciones, muy originales, de esa misiva.
Jorge Fernández García alojó su carta en la cabaña de los tíos de Dorotea, Enrique y Emma, dos viejos granjeros que tenían una casa modesta en medio de las grandes praderas de Kansas. Cuando llegó el tornado, el hogar entero de la familia se levantó poco a poco hasta casi tocar el cielo y, una vez allí, voló con suavidad a lo largo de cientos de kilómetros.
Al caer en el País de Oz, la casa aplastó a la malvada bruja del este (...) por debajo de la esquina (...) asomaban unos pies calzados con unos puntiagudos zapatos de plata. Casi de un modo inmediato, sus pies desaparecieron, ¡Solo han quedado sus zapatos! El hada buena del norte se los dio a Dorotea y esta se dirigirá con ellos a la Ciudad Esmeralda.
La malvada bruja del oeste intentó quitárselos, pero nadie podía hacerlo contra su voluntad. Por eso, colocó en la cocina una barra de hierro invisible, con la que Dorotea tropezó y a causa de la caída se le salió uno de los zapatos de plata, y antes de que pudiera recuperarlo, la bruja lo agarró y se lo puso en su huesudo pie.
Acompañada de esos zapatos de plata, presentó su carta Érika Carbajal Graña:
Yeray Noguerol Fernández metió su carta en un sobre peculiar, y la introdujo en un original buzón:
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