Samuel Ruibal Rosón ha ganado el XIII Premio de Poesía Alberto Vega con el poema
En el interior del bípedo
Recorriendo como anónimos la elipse del mundo,
rodando en su esfera repleta de lunares sonrosados,
aleteando las estaciones mientras el calendario se apaga,
dejándonos llevar por el espejismo de lo conocido.
Aquí de nuevo, otra ocasión,
en el fino desierto de burbujas y seres acuáticos,
entre las llamas de los árboles y el fugaz, el tenaz…
En la selva aguada, en los cascarones sin dueño,
las pirámides naturales, el camaleón social.
En otra ocasión,
entre los límites de lo que desconocemos y amamos,
luchó, sentenció, venció, perdió
un oído su cabeza y unos dedos sus manos.
A la par, arrastrando el telón de amaneceres
y el crepúsculo sobre el escenario marino;
y la noche, derrumbando el teatro y la oscuridad,
amainando los soplidos acaramelados del fuego,
demasiadas estrellas surcan nuestra sensatez,
mas dentro de un baúl insensato caben todas,
empaquetando al Sol en primer lugar,
y aquí de nuevo, en otra elipse mundial,
en el ronroneo de las fiebres salvajes,
en la paz inexistente del bípedo irreal;
aquí nacen sierpes
colgadas de esperanza.
Estos son los otros dos poemas que presentó al concurso:
Junto al arroyo
Mantente dormida y acurrucada junto al arroyo.
Al llegar el Verano crece un ciprés en la colina.
Sobre sus ramas se escuchan los ecos del recuerdo.
Al tornarse el cielo púrpura nebulosa
y la hierba azul marino verdoso,
y cuando tu sonrisa aflora más impactante
para cualquier mirada, te volverás invisible.
Espérame, por favor.
Podrás respaldarte sobre el cuerpo del tótem
cuyas hojas se volverán doradas cientos de veces.
No tardaré tanto en llegar.
Sigue mirando tus manos sin creerte tu existencia.
Continua silbando sin saber,
invitando a familias enteras de aves
a cruzar sobre el reflejo del mar que te cuidará siempre
entre sus vientos cálidos y prósperos.
No te preocupes por la evolución:
ella sigue su ritmo, nosotros preferimos volver
a cruzar el umbral del tiempo y seguir abrazados
mientras el camino no cesa su paseo.
Mantente en ese sueño para ahuecar tu esperanza.
Prometo alcanzarte pronto.
Puedo verte danzando alrededor del ciprés
al cantar una nana que atrae a la Luna
a acostarse con tus palabras.
Nos basta con chapotear en el arroyo
y descubrir especies nuevas de besos trepadores.
Si te descalzas y te persigue boreas,
cederé mi calor interno para mantenerte cómoda.
Al morir el ciprés en el Verano
deberás mantenerte ceñida a las nubes caídas
desde el cielo.
Espérame, por favor.
Segué recipientes de humor y,
a varios, con avidez, los abalancé a la laguna
del mortal insensato cuyo nombre no es recuerdo.
Yo no soy este; hace tiempo prestado
por una incógnita impredecible y dudable,
dolorosa y regalada, me lancé a la pureza
típica de la misteriosa fuente inconsciente.
¡Qué armonía! Por entonces…
Pero perecen las frutas de la consciencia perenne,
y entre pasteles, fogones, lluvia dorada, se abalanza
a la
laguna.
Yo soy aquel que mira de reojo mi cuerpo,
aquel que niega lo que ve con sus ojos; aquel que no ve.
La tercera penumbra.
Soy destino, soy palabras por leer, soy sin ser algo
y ser
nada,
y en la tumba cavada sobre la ciudad de mi ente resido,
acostumbrado a no ser alguien que guía, sino
que acompaña;
ese olor a vejez incontrolable, esa migraña matinal.
¡Santos! Soy una vacía tinaja rellena de virutas oxidadas,
y una constante carabela de Colón, y un corcel de aluminio.
Ahora lo pago, pues hace tiempo prestado
segué recipientes de humor y el propio mismo
fue abultado por el empírico jovial burbujeo de mis
branquias.
Yo no soy este, lo juro, lo admito, lo lloro cada día;
yo soy aquel de las tardes y las noches, quien
baila con las damas de los oscuros pasillos
y siempre se deja perder por los laberintos;
yo no soy lo que soy sino lo que aspiro,
quien de noción de respiros no se puede hablar,
pues soy el latir en un vientre de oxígeno.
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