"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

martes, 3 de enero de 2012

SALIENDO A LA VIDA

         Conocí a Carlos cuando tenía 24 años. Ambos íbamos a la misma universidad, pero nunca me había fijado especialmente en él hasta el día en que chocamos en el pasillo. ¡Ojala jamás hubiera pasado! Tal vez si ese día no me hubiera dejado la mochila en casa, y no hubiera tenido que acarrear la pila de libros en brazos, no habría resbalado y tropezado con él. Pero hay cosas que  pasan y no puedes hacer nada para cambiarlas.
            Tras este pequeño incidente, empezamos a quedar. Al principio, solo éramos amigos, nada más. Pero después fue surgiendo algo entre nosotros y empezamos a salir.
Si ahora me preguntan qué fue lo que me enamoro de él yo diría que su sonrisa. Al principio, las cosas fueron bien entre nosotros: era amable, atento y siempre estaba sorprendiéndome con inesperados regalos. Una de las cosas que más me gustaban era montar en moto con él. Todos los días, después de terminar las clases, me llevaba en moto a casa; recuerdo perfectamente la gran paz que sentía al tenerle tan cerca, y la confianza que no debí depositar en él, ¿pero cómo iba a saber yo que las cosas se iban a torcer de tal modo? No podía, simplemente hay cosas para las que la vida no te prepara.
     Lo malo llegó después. Empezó a comportarse de manera muy rara, llamaba constantemente para ver dónde estaba, quería saber adónde iba, con quién hablaba… También controlaba a qué horas entraba y salía de casa.
            La cosa empeoró al ver que yo me relacionaba con otros chicos de la facultad, entre ellos Pablo, mi mejor amigo. Terminó prohibiéndome que hablara con cualquier hombre. Al principio no le hice caso, creí que eran simples celos. Lo pagué caro.
Recuerdo el miedo que sentí la primera vez que me pegó una paliza por desobedecerle. Ese día me cité con él para ir de compras. En un momento dado paró el coche en el arcén. Me acusó de mantener relaciones sexuales con todos los chicos de la universidad. Me abofeteó, me dio puñetazos y patadas. Me gritaba. Encendió la radio y subió mucho la música, intentando ahogar mis gritos, después me abandonó en la carretera. Aquel día tuve miedo por primera vez. Recuerdo su mirada demente, sus chillidos, me desencajaba la desaparición del chico amable y sonriente. Ahora sé que tan solo era una tapadera. Resulta duro de creer pero me dolieron más sus insultos que los golpes. Un moratón se cura y desaparece, pero el daño que te inflingen las palabras tarda mucho más en desaparecer. No lo denuncié, debí hacerlo pero no lo hice.
A partir de ese día corté toda relación con él. Al menos eso intenté. Que desapareciera de mi vida. Empezaron a llegar insultos y amenazas a mi móvil. Me empezó a perseguir. Acabé aterrorizada.
       Una tarde me esperaba en el portal. Me traía flores, quería llevarme a cenar. Yo asustada, intenté huir, pero me agarró y me volvió a pegar. Grité. Los vecinos llamaron a la policía.
Entonces decidí denunciarlo. Tiene una orden de alejamiento.
Ahora he rehecho mi vida en otro lugar y con otras personas. Intentando dejar atrás la pesadilla. Saliendo a la vida.


Laura Fresco Magadán. 4º B

No hay comentarios:

Publicar un comentario