"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

sábado, 2 de noviembre de 2019

EL HOMBRE DE LOS OJOS ROJOS

Todo era normal antes de esa estúpida noche de Halloween. Me cambió la vida… ¡pero a peor! Antes era un chaval normal, con sus problemas amorosos y de amistades. Pero todo en mí cambió: mi forma de pensar, de sentir…
La noche del 31 de octubre de 1826, mis amigos y yo decidimos ir al cementerio por el tema de Halloween y de los muertos vivientes. No se nos ocurrió mejor cosa que jugar a la ouija. Yo era el cagado del grupo: todo eso de los fantasmas, espíritus, me daba miedo, no me gustaba jugar con eso. Nos sentamos al lado de la tumba del exalcalde de mi ciudad. Posamos las manos en el tablero e intentábamos hablar con alguien pero no se movía el puntero. Suponía que tan solo era un juego.

Decidí sentarme en una piedra y disfrutar un rato de la noche. Mis amigos se fueron a casa y yo me quedé ahí, solo, sin ninguna compañía. Estaba tan a gusto, la sensación del viento y el aire fresco me relajaba mucho. Ya se hacía tarde y me iba a casa cuando sentí el roce de algo o alguien en mi espalda. Me di la vuelta y no había nada, solo tumbas y flores secas.

Llegué a la salida del cementerio y la puerta estaba cerrada. Pensé que el vigilante había cerrado. Recordé que había otra puerta en la otra punta del cementerio.

Cuando estaba llegando, vi una sombra detrás de un árbol. Fui detrás de ella y llegué a una cabina. Estaba oscuro y hacía mucho frío. No sabía por qué pero notaba una presencia muy extraña. De repente, el pestillo en la puerta se cerró. Empecé a sudar y el miedo se apoderó de mí. No sabía qué hacer ni decir. Ni siquiera me salía la voz. La sombra apareció reflejada en la ventana y, cuando me giré, noté cómo se metía dentro de mi cuerpo. Ese demonio me había poseído. Fue horrible, pensé que era mi fin.

Cuando todo acabó, estaba destrozado por dentro y lo peor fue que estaba tan solo…, todos mis amigos estarían jugando y yo ahí, muriéndome. Opté por ir a casa, dormir y descansar, que lo necesitaba.

Al día siguiente, sentí la necesidad de desahogarme, destrozar cosas… Se me cruzó un cable, mis ojos se volvieron rojos como la sangre y empezó a salirme pelo por todo mi cuerpo. Entonces salí de casa y la primera persona que pasó por la calle… la asesiné sin piedad. Día tras día cometía asesinatos, mataba a gente por diversión. Me daba igual el tipo de persona que fuese: mujer, niño, hombre, anciana…

Al final, me descubrieron y cinco coches de policía me dispararon hasta que caí al suelo.

Ahora, todos los años en el Día de los Muertos, salgo de la tumba y voy a lamentarme a las de las personas que asesiné, esas personas que murieron por mi antojo.

Enma Iglesias González.

2º B. ESO
-->

No hay comentarios:

Publicar un comentario