"LLa lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes a lengua nace con el pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Miguel Delibes

sábado, 19 de noviembre de 2016

CARTA AL AVIADOR DE "EL PRINCIPITO"

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Querido aviador:

Después de leer todo lo que usted contaba sobre el principito yo solo pensaba en vivir una aventura como la suya.

Cada noche me asomaba a la ventana y pensaba cómo sería vivir algo así, si alguna vez el principito volvería a la Tierra y me tocaría a mí vivirlo.

Pasaron los años y yo cada vez estaba más convencida de que jamás viviría algo parecido a lo suyo.

Una noche de verano, como otras muchas noches, me asomé a la ventana de mi habitación a mirar las estrellas. De pronto, escuché un ruido de cascabeles y, acordándome de lo que le había dicho el principito, bajé corriendo las escaleras y salí al jardín.

Todo estaba normal y no se escuchaba nada, el ruido había desaparecido. Me di la vuelta pensando que mi imaginación me había hecho oír los cascabeles, pero, de repente, un rayo dorado iluminó todo el jardín; al darme la vuelta me quedé alucinada.

Tal y como usted contó, el rayo dorado trajo consigo a un hombrecillo que yo conocía a la perfección. ¡Era el principito!

No supe cómo reaccionar. Llorando, me arrodillé en el suelo y con un hilo de voz le dije que no me tuviera miedo.

Él solo me preguntó dónde estaba y, como yo sabía que no le gusta quedarse con dudas, le contesté rápidamente. También le dije que sabía muchas cosas de él, que sabía de su existencia, aunque nunca le había visto.

El principito se quedó boquiabierto, no entendía nada y yo tuve que explicárselo.

Hablamos durante toda la noche. Bueno, hablé yo, contándole todo lo que sabía sobre ustedes: lo del avión, lo del cordero, le hablé de cada persona que había conocido en los diferentes planetas que había estado. Le gustó mucho que alguien más que él lo recordara.

Sé que le echa de menos porque, al hablarle de usted, se entristecía.

Me acordé de preguntarle por su flor. Me dijo que estaba bien, que el cordero intentó comérsela pero él la protegió. También me mandó dibujarle una correa para el bozal, así ataría al cordero y no tendría que preocuparse más.

Cuando empezó a amanecer y las estrellas casi no se veían, me dijo que enseguida se marcharía. Pero antes de hacerlo, quiso que le prometiera una cosa: cada vez que hubiera luna llena, y el cielo estuviera estrellado, él iba a volver, pero solo si le encuentro a usted. Él quiere verle y me hizo prometerle que le buscaría. Nada más realizar esta promesa, volvieron a sonar los cascabeles, el rayo llegó y se llevó de nuevo al principito.

Me gustaría, señor aviador, que leyera esta carta y poder encontrarnos y así cada noche estrellada con la luna llena, seguiremos escribiendo vuestra aventura.

Sin más que contarle, me despido, sin antes decirle que espero que se ponga en contacto conmigo y podamos volver a ver al principito.



Nahir Álvarez Pérez. 2º de ESO

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